El síndrome es un diagnóstico clínico, provisional y originado de los hallazgos obtenidos de la historia clínica, útil para orientar al médico clínico en su ejercicio profesional hasta el momento en el que sea pertinente realizar avanzar hacia un diagnóstico nosológico; hasta ese momento dispondremos sólo de lo referido por el paciente y la historia clínica. Por lo anterior, agrupamos los signos (datos objetivos de la enfermedad) con los síntomas (datos subjetivos) que nos son clínicamente relevantes y hermanados, definiendo a este conjunto como perteneciente a la expresión clínica de cierto grupo de entidades nosológicas. Este conjunto es el síndrome.
Síndrome proviene de los vocablos sin (conjunto) y dromos (carrera), lo que cursa de manera conjunta. El Doctor Rébora Gutiérrez, en su libro Semiología del aparato respiratorio, nos invita a preferir el uso de la palabra “síndromo” por ser etimológicamente similar a las palabras hipódromo o autódromo.
A manera de ejemplo, el síndrome de condensación, cuyo fundamento fisiopatológico es el aumento de la densidad del parénquima pulmonar debida a la presencia de líquido y edema, sin llegar a la consolidación (para entenderlo mas fácilmente, el aire se “condensa” y se hace líquido, el liquido de “consolida” y se hace solido), lo que fidiculta el intercambio gaseoso alveolo-arterial. Los datos clínicos que nos proporciona este síndrome es asimetría respiratoria, hipomovilidad en el hemitórax afectado, aumento de las vibraciones vocales, sonoridad disminuida o abolida, estertores crepitantes y soplo tubario o algún tipo de pectoriloquia. Su diagnostico nos obliga a pensar en neumonías, bronconeumonías, tuberculosis, cáncer de pulmón, absceso pulmonar, parasitosis helmintiásicas, y muchas otras patologías menos frecuentes.
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